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Manos Mágicas: el arte de crear para vivir con dignidad

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Por Sofía Vital.

Kanasín 12 de noviembre de 2025.- Un día, mientras caminaba por la avenida de la calle 75B de la colonia Cuauhtémoc, en Kanasín, Julia Chan se detuvo al ver a un grupo de mujeres trabajando con paciencia entre hilos, telas y materiales reciclables. “Vi que estaban haciendo unas muñequitas… me llamó mucho la atención, entré y ahí conocí al grupo de Manos Mágicas”, recuerda.

Esa curiosidad marcó el inicio de una nueva etapa para ella y para decenas de mujeres de su comunidad que hoy se reúnen para aprender, compartir y construir una red de apoyo desde el trabajo artesanal.

Manos Mágicas nació del esfuerzo conjunto de maestras voluntarias y don Fernando Ávila, quien ofrece el espacio, cubre los gastos de luz, agua y materiales, y coordina las actividades. El proyecto acoge a mujeres de distintas edades que aprenden desde bordado, yoga y repostería, hasta pintura y tejido.

“Nosotros no estamos haciendo negocio acá —dice Fernando—. Ya las veo muy realizadas. Yo les llamo alumnas, pero realmente son mis compañeras. Aquí todos somos iguales, nadie es más que los demás.”

Fernando conoce a las maestras desde hace más de veinte años. Su motivación, dice, es que las personas puedan ser autosuficientes y convertirse en pequeñas empresarias. “Me siento satisfecho de colaborar en algo que busca que las mujeres adquieran conocimientos para una vida más digna”, afirma.

Una de las talleristas es Rosi Manuels, maestra de manualidades con tres años de experiencia. Para ella, el amor por el arte manual y la posibilidad de compartir conocimiento son su principal motor.

“El regalo más bonito para mí es poder dar, y sobre todo la magia que surge en Manos Mágicas. Yo les enseño para que puedan trabajar en su casa y no tengan que dejar a sus hijos. Todos los días aprendo algo nuevo de ellas”, cuenta.

Rosi destaca que el proyecto fomenta el desapego de los problemas cotidianos, la convivencia humana y el compañerismo, al punto de que, si una alumna no tiene materiales, otra comparte los suyos. “Estos talleres empoderan —dice— porque las mujeres
aprenden a crear, a emprender y a creer en sí mismas”.

Guadalupe Gambo Aguilar, maestra de repostería y cocina, lleva más de una década enseñando. Comenzó por necesidad, para mantener a sus hijos, y luego estudió para poder transmitir sus conocimientos.

“Me da mucha satisfacción ver cómo llegan sin saber nada y después se van felices con lo aprendido”, comenta. “En Kanasín no hay fácil acceso a talleres así. Aquí las mujeres aprenden, se empoderan y pueden generar ingresos desde casa.”

Su invitación es clara: “Que reconozcan el artista que llevan dentro, que dejen salir lo que hay en su corazón y lo plasmen con sus manos. Crear es algo grande y maravilloso”.

La maestra de yoga, Elena Lizardi, se integró al proyecto hace seis meses. Considera que enseñar con valores humanos es una forma de sanar y fortalecer a las mujeres. “Cuando uno hace las cosas con lealtad, honestidad y valores, realmente se siente gusto
de ver cómo ellas, al adquirir conocimiento, pueden superar muchas cosas del diario vivir”, reflexiona.

El yoga, explica, no solo les da bienestar físico, sino también confianza, serenidad y una nueva relación con su cuerpo.

A sus 71 años, doña Julia se ha convertido en una de las alumnas más entusiastas. Toma clases de muñecas, repostería y yoga, y disfruta especialmente la pintura y el tejido.

“Vengo a convivir un rato y la pasamos bien, alegres y contentas con nuestro trabajo. Invito a las mamás grandes que ya no pueden trabajar a venir, para que se animen y hagan nuevas amistades”, dice con una sonrisa.

Laura, otra de las participantes, vive cerca del taller y llegó atraída por las manualidades. “Antes solo sabía de repostería. Estos talleres me ayudan a desestresarme y olvidarme de mis problemas durante dos horas”, cuenta.

Sueña con aprender más y, algún día, enseñar. “Son talleres donde tú puedes aprender y poner en práctica desde tu casa, sin descuidar a tus hijos”, explica. Hace poco elaboró muñequitas que pueden venderse como centros de mesa para fiestas y quinceaños. “Me siento feliz de hacer cosas maravillosas con mis manos.”

Más allá del aprendizaje técnico, Manos Mágicas representa un espacio de reconexión emocional y comunitaria. En un municipio donde los espacios de formación suelen ser escasos, este taller funciona como un punto de encuentro donde el arte se convierte en herramienta de resiliencia.

Aquí, las mujeres no solo tejen servilletas o decoran blusas; tejen también vínculos, autoestima y esperanza. En cada hilo, moldean su historia y desafían la idea de que el trabajo doméstico o artesanal carece de valor.

Porque, como dicen sus maestras, “hacer cosas con las manos es recordar con el corazón”.