Mérida, Yucatán, 18 de diciembre de 2024.- Esa es la pregunta que se hacen los vecinos y vecinas de la calle 84 por 65A, en el centro de Mérida. ¿Dónde están los gatos? Gatúbela, Kitty, Sherkan, Peso Pluma, Negroamarilla, Botita, Mil Colores… ninguno regresó.
Las vecinas, que solían alimentarlos, estaban organizándose para llevarlos a esterilizar, uno por uno, aunque fuera poco a poco, porque la patria es pobre. Ya no se pudo, ya no están.
Por lo menos siete felinos, que no le hacían daño a nadie, vivían en la cuadra. Los niños los habían bautizado con nombres según sus características: Gatúbela Batichica, Kitty Patitas Suaves, Sherkan, Peso Pluma, Negroamarilla, Botita, Mil Colores. Ahora preguntan por ellos y sus mamás no saben qué decirles. “Se fueron. Alguien debió adoptarlos”, les dicen, intentando ocultarles la cruel realidad.
Cada uno tenía su personalidad: unos dulces, otros ariscos, algunos insolentes, pero todos inofensivos. Cada uno era sobreviviente de varias camadas; los que no morían de hambre, enfermedad, atropellados o asesinados, se unían a la manada. La intención de las vecinas era romper la cadena, esterilizar para que la población no siguiera creciendo. Ya no se pudo.
En días pasados, un arrendador que administra casas y departamentos en la calle 84 cuestionó, con evidente desagrado, a una de sus inquilinas porque había dejado comida al frente de su casa. Ella respondió que sí, que lo hacía de vez en cuando, pero le parecía raro que la comida seguía intacta, sin saber aún que los gatos ya no estaban. El hombre comentó que los vecinos estaban incómodos porque los gatos rompían las bolsas de basura, aunque quizás se refería solo a algunos de sus inquilinos, que para él representan un universo aparte. Según él, tres gatos muertos habían aparecido bajo el vehículo de otro vecino. No pudo describirlos ni dio más detalles al respecto. Lo único cierto es que los gatos ya no están. No más.
Porque es cruel, inhumano. Por romper bolsas, por regar basura, los hicieron desaparecer, los envenenaron. Lo cierto es que estas mismas personas traen mascotas que luego no cuidan ni esterilizan, y estas se reproducen sin control. Así comenzó la proliferación de gatos. Pero nadie asume, nadie se hace responsable.
¿Envenenarlos? Algo vil. ¿A quién acusas? Se preguntan las vecinas, que aunque tienen el deseo de denunciar, no saben a quién señalar. La bajeza se cometió en la sombra, a sabiendas de que era despreciable lo que hacían.
Las vecinas le dan vueltas al tema. Concluyen que, como el peor de los actos de traición, alguien los llamó para darles “comida”, pero con veneno. Esperaron a que pasara lo que deseaban: que murieran de la peor forma. Después, desaparecieron los cuerpos porque, ¿dónde están los gatos? Pensar que alguien pueda maquinar un plan así resulta repulsivo.
La sobrepoblación de animales en situación de calle aún no recibe la atención que merece. Ni siquiera existe una cifra exacta de cuántos perros y gatos viven en abandono. Según un estudio de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY) realizado en 2022, tan solo en Mérida —sin contar sus 47 comisarías— había al menos siete mil perros en situación de calle. La Asociación por los Derechos de los Animales en Yucatán (ADAY) estima que deben ser cerca de 10 mil. Por su parte, Raúl Argaez, representante de la asociación Un Millón de Esperanzas señala que la cifra de gatos callejeros podría ser tres o hasta cuatro veces mayor en comparación con la de los perros.
Una gata puede tener hasta cuatro camadas al año, con entre 4 y 8 gatitos por camada. Es decir, una sola hembra puede traer al mundo hasta 24 crías al año, que, al crecer, también se convertirán en reproductores, ampliando la cadena más y más.
¿Cómo solucionar el problema de la sobrepoblación felina? La respuesta es tan sencilla como complicada: la esterilización. Pero muy pocas personas quieren tomar la iniciativa ni la responsabilidad.
Envenenar, maltratar, asesinar no son opciones. Nada, absolutamente nada, justifica estos actos de crueldad animal.
Apenas el año pasado, se sentenció a la primera persona por maltrato animal en Yucatán, por el asesinato del perro Rufo en la colonia Chuburná, en Mérida. La sentencia fue de 3 años y 9 meses de prisión, además de una multa de 900 días y la reparación del daño. Sin embargo, en Yucatán se han registrado más de 251 denuncias de maltrato animal en lo que va del 2024, pero ninguna de ellas está siendo investigada. De acuerdo con Elsa Arceo, activista y representante de rescatistas independientes, la situación es cada vez más grave. Yucatán se posiciona como el estado con más casos de maltrato animal en México y el tercero en América Latina.
En Yucatán, la pena por maltrato animal a un animal doméstico que provoca su muerte es de 6 meses a 2 años de prisión y de 200 a 400 días-multa. Si el maltrato no pone en peligro la vida del animal, la pena es de 4 meses a 2 años de prisión y de 200 a 400 unidades de medida y actualización. Recientemente, el Congreso del Estado aprobó la Ley Rufo, que castiga con hasta 10 años de cárcel a quienes cometan actos de crueldad extrema contra los animales. Pero del decir al hacer hay todavía un ancho camino.
Para denunciar maltrato animal en Yucatán, puedes acudir a la Unidad Especializada en Delitos de Maltrato Animal Doméstico de la Fiscalía General del Estado (FGE), adscrita a la Vicefiscalía de Delitos Electorales y contra el Medio Ambiente. Es recomendable anexar pruebas que ayuden a integrar el expediente, como fotos, videos u otros datos relevantes. La FGE recuerda que las redes sociales no son una vía oficial para reportar estos delitos.
La Unidad Especializada en Delitos de Maltrato Animal Doméstico tiene la obligación de atender casos en todo el territorio estatal… o al menos, debería hacerlo.