Por Andrea Segura Rodríguez.
Ana Karen fue víctima de explotación laboral, violencia digital y sexual durante el tiempo que trabajó en la empresa yucateca Tere Cazola. Adrián fue víctima de maltrato e incluso intento de extorsión por su supervisor. Acusaron que la dueña de las franquicias lo sabía, pero nunca hizo nada por detener las situaciones de abuso.
Ana Karen fue víctima de violencia digital dentro de Tere Cazola y nadie la ayudó.
Ana Karen, cuyo nombre fue modificado por temor a represalias, trabajó dos años y medio en la empresa. En entrevista para Proyecto Libres relató que fue acosada en diversas ocasiones por las y los supervisores de las áreas en que prestó sus servicios.
Primero ingresó al área del call center, en donde sus supervisoras la trataron despectivamente. No conformes con esto filtraron una fotografía íntima de la joven. No hubo alguna sanción para las agresoras y para aquellas personas que compartieron la imagen. Ana fue cambiada al departamento de ventas y ahí estuvo trabajando hasta la semana pasada.
“En el área de ventas estuve por dos años y fui víctima de acoso por parte de uno de mis compañeros, así como de un trato abusivo por parte de mis supervisores, quienes a pesar de saber la situación de acoso por la que pasé, nunca hicieron nada al respecto y me mantuvieron trabajando a lado de mi agresor”, recordó.
Todos estos años que la joven trabajó en Tere Cazola no solo vivió violencia digital, también sufrió acoso sexual por parte de un compañero. Lo reportó y sus jefes inmediatos no hicieron nada, únicamente lo suspendieron unos días. A él no lo cambiaron de área, lo que obligó a Ana a seguir conviviendo con su agresor.
El encubrimiento que hay entre los altos mandos de la empresa en temas de abuso es lo más grave que existe. Lamentó que vulneren a todo el personal, pero en particular a las mujeres que necesitan conservar su empleo.
“No soy la única chica que ha pasado por esto y dudo mucho ser la última, pero espero que alzar la voz sirva para algo, pero mientras sigan encubriéndose entre ellos mismos no creo que pase nada”, indicó.
No le parece justo que una empresa que se vende como un lugar seguro para las mujeres, no tenga tacto y preparación para atender estas situaciones.
Señaló que los responsables de mediar las denuncias era el departamento de Recursos Humanos. En ese sentido, los supervisores evitaban que las quejas lleguen a sus oídos.
“A la propietaria de la empresa nunca teníamos acceso, la gente de recursos humanos, siempre la negaban. Nos decían que a ella no se le molestaba con estos temas y que no tenía tiempo para atendernos”, manifestó.
Aunque ya no labora más para la empresa, la violencia continúa.
Tras su renuncia Ana Karen, interpuso una denuncia formal por los hechos a la Fiscalía General del Estado (FGE) de Yucatán. Se inició la carpeta de investigación GP/001812/2022, en contra de sus agresores y Tere Cazola.
Días después de renunciar, a Ana la contactaron sus excompañeras y le informaron que los empleados seguían buscando fotografías de ella en redes sociales para amenazarla y amedrentarla.
Adrián fue testigo de la violencia contra Ana Karen y también la vivió
Adrián H. laboró en esta franquicia como chofer repartidor. Se unió a las denuncias de Ana Karen, ya que en muchas ocasiones presenció los malos tratos que recibían las cajeras a manos de los supervisores de la tienda.
“No les daban hora de comida y en días festivos las dejaban laborando todo el día, al igual que el tema del acoso es muy evidente en las sucursales, los supervisores y hasta los mismos compañeros hombres siempre las estaban molestando”, relató.
Además, el tiempo que trabajó en Tere Cazola también sufrió maltrato por parte de un supervisor de seguridad, quien intentaba extorsionarlo.
“Me quería añadir más cosas de lo que hacía, pues él señalaba que me metía con las compañeras; cuando yo llegaba a la planta buscaba agarrarme solo y me amenazaba que si no quería que pasara el reporte con mis supervisores le pagará entre 500 y 600 pesos, pero a lo cual yo no accedí nunca”, mencionó.
“La dueña ni siquiera se dirigía a nosotros como empleados, ella nunca accedió con nadie de nosotros. Nunca se presentaba ahí en la planta procesadora”, comentó el exempleado.
Adrián comentó que renunció pues le impusieron reglas absurdas para su puesto. Le dijeron que debía registrar sus horas de comida, situación la cual consideró imposible, ya que todo el día estaba fuera de las instalaciones.
“La gota que derramó el vaso es que, una semana me pagaron solo la mitad de mi sueldo, 650 pesos, solo porque no realice el chequeo de mi media hora de comida diario, fue una burla pues fue la mitad de mi sueldo que me descontaron, que ya de inició este era bajo”, puntualizó.
Ana Karen y Adrián lamentaron que una empresa como Tere Cazola se aproveche de la necesidad de trabajo para cometer abusos en contra de las personas. Peor aún, atentar contra su dignidad y derechos.