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Emma Gabriela Molina Canto: la herida abierta del feminicidio en Yucatán.

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Por Sofia Vital

Mérida, Yucatán 26 de agosto de 2025.- Ella era una madre que lo dio todo, absolutamente todo, por sus hijos. Tanto fue así, que la vida le fue arrebatada. En pleno 2025, sigue siendo difícil de aceptar que en México las mujeres continúen enfrentando violencias por el simple hecho de existir, de respirar, de decidir ser libres. La impunidad, la indiferencia y hasta el negocio del feminicidio han convertido estas tragedias en un problema estructural que se repite sin resolverse.

En Yucatán, un estado cuyo legado maya enseñó el respeto a la vida, persiste un machismo arraigado que contradice esa herencia. La violencia de género se manifiesta en desapariciones forzadas, trata de personas, discriminación y agresiones que crecen año con año.

El feminicidio de Emma

El 27 de marzo de 2017, Emma Gabriela Molina Canto fue asesinada en Mérida. Su “pecado”: ser madre y mujer que peleaba por sus derechos. Su vida quedó marcada por una larga batalla legal para recuperar la custodia de sus tres hijos y por la violencia ejercida por su expareja, el empresario tabasqueño Alberto Medina Sonda.

Emma fue atacada a plena luz del día, apenas 19 días después de la conmemoración del 8 de marzo, cuando las mujeres exigían justicia en las calles. Su asesinato simbolizó la vulnerabilidad en la que viven miles de mujeres en México, víctimas de un sistema que no las protege.

El caso de Medina Sonda fue particularmente sonado porque, aun estando en prisión por delitos de lavado de dinero, mantuvo el control suficiente para contratar a sicarios tabasqueños y ordenar el asesinato de su exesposa, con quien sostenía un litigio por la custodia de sus tres hijos.

En 2019, Medina Sonda fue sentenciado a 50 años de prisión como autor intelectual del feminicidio de Emma. La sentencia fue vista como un precedente importante en Yucatán, aunque nunca suficiente para sanar la herida de una sociedad conmocionada. Aunque en algún momento se contempló la posibilidad de que Alberto Medina Sonda cumpliera su condena en Yucatán, ese traslado nunca se concretó. En 2021, Medina Sonda contrajo matrimonio mientras estaba en prisión en Tabasco y, con base en ese vínculo, promovió un amparo para evitar el traslado. Además, sus conexiones políticas y privilegios dentro del sistema penitenciario tabasqueño dificultaron que se llevara a cabo cualquier cambio. 

En pocas palabras, el responsable del feminicidio permaneció en Tabasco por estrategias legales y respaldo institucional, lo que le permitió evadir su condena en la tierra donde arrebató una vida.

Este 26 de agosto de 2025, Medina Sonda fue hallado sin vida en su celda del centro penitenciario de Tabasco.  Su muerte cierra un capítulo judicial, pero no el dolor ni la impunidad que rodea a cientos de casos similares en el país.

El acompañamiento institucional

Tras conocerse el deceso, la Comisión Ejecutiva Estatal de Atención a Víctimas en Yucatán brindó acompañamiento a la madre de Emma, doña Ligia Canto Lugo, en el proceso de identificación.

Celia María Maldonado Llanes, directora de la CEEAV, explicó que desde tempranas horas recibieron la instrucción de respaldar a la familia:

“Tuvimos instrucciones desde horas muy tempranas del gobernador para darle toda la atención a doña Ligia. Nos pusimos de acuerdo para estar con ella en coordinación directa e interinstitucional”, señaló.

La funcionaria detalló que existe una comunicación entre las fiscalías y comisiones de atención a víctimas de Yucatán y Tabasco, para garantizar que la familia pueda realizar las diligencias necesarias.

“Vamos a estar acompañando a doña Ligia en el lugar donde se encuentre el cuerpo del señor Medina Sonda, para que pueda verlo. Hay coordinación entre homólogos en Tabasco y Yucatán, así como entre los gobernadores, para que se cumpla el debido proceso”.

La voz de una madre que no ha tenido paz

En rueda de prensa en el Juzgado de Oralidad Familiar, doña Ligia Canto Lugo habló del peso que aún carga tras el asesinato de su hija. Con la voz entrecortada, explicó que necesita confirmar por sí misma la muerte de Medina Sonda antes de comunicarlo a sus nietos.

“Yo necesito, para poderles dar tranquilidad a mis nietos, darles este dato de manera real, no basada en lo que he leído. Ellos merecen tener esa paz y estar enterados de todo”.

Relato que desde 2012 Medina Sonda dejó de cumplir con la pensión alimenticia de los niños, lo que agravó las carencias. Pero aclaró que el daño va mucho más allá del dinero:

“Mis nietos tienen muchas carencias, pero no hablo en el área económica. No tienen a su mamá, y con eso es suficiente. Esa es una deuda impagable.”

Ocho años después del feminicidio, el dolor sigue intacto:

“No poder llorarla. No poder decirle: ‘Mamita, ya te cumplí’. Porque esto no ha terminado. Dos ancianos somos quienes tenemos la responsabilidad de criarlos, de cuidarlos. Pero no es lo mismo la abuela que la mamá, nunca.”

Ligia pidió que este caso no se convierta en un tema político ni partidista, sino en una exigencia clara de justicia:

“Esto no tiene color ni partido. Esto solamente tiene dolor y sed de justicia. No le puedo poner color en ningún momento.”

La herida que sigue abierta

Ocho años después del feminicidio de Emma Gabriela Molina Canto, Yucatán y México entero siguen enfrentando la misma realidad: la violencia feminicida y la impunidad. La muerte de Medina Sonda no es justicia; es apenas un desenlace en una historia marcada por el dolor y la lucha.

El recuerdo de Emma permanece como un recordatorio de que ninguna mujer debería perder la vida por exigir sus derechos, por ser madre, por ser libre.