Por Sofía Vital.
Mérida, Yucatán 16 de septiembre de 2025.- Desde pequeños nos enseñan a respetar los símbolos patrios: la bandera, el escudo y el himno nacional. También nos explican por qué cada 15 de septiembre gritamos “¡Viva México!” y celebramos la independencia. Se nos inculca el patriotismo, el amor a la tierra y la identidad nacional.
Pero junto con esas lecciones también aprendimos otra: la de luchar por nuestros derechos. Este septiembre, marcado por tensiones sociales y un clima político convulso, ha llevado a muchos mexicanos a preguntarse si la conmemoración sigue teniendo un sentido profundo o si se ha reducido a un festejo rutinario.
La pregunta resuena con fuerza: ¿qué le hace falta hoy a México?.
En la Plaza Grande de Mérida, donde miles de personas se reunieron para celebrar el Grito de Independencia, las respuestas fueron diversas. Omar, quien viajó con su familia desde Jalisco, lo resume con orgullo: “México es un país libre y soberano, no le hace falta nada” . A su lado, Perla, su esposa, piensa distinto: “Lo que hace falta es seguridad”, dice, aunque ambos coinciden en que todavía vale la pena celebrar y gritar “¡Viva México!” , porque aseguran—“aún hay esperanza y ahora nos toca enseñarles a los jóvenes a amar a México”.
Irene, visitante de Tabasco, llegó hasta la Plaza Grande para unirse al festejo. Para ella, además de seguridad, es urgente una mejor infraestructura: “Hace falta que arreglen las calles y carreteras, porque ahora uno ya no se siente seguro de andar en carretera”.
Desde Monterrey, una familia pequeña disfrutaba de la noche portando camisetas estampadas con juguetes tradicionales. Su voz también suma un reclamo distinto: “Hace falta cultura, hace falta que le den más importancia, no solo como negocio, sino preservarla. Por eso es necesario enseñar a los jóvenes esta tradición y esta victoria: preservarla y valorarla”.
Raquel Ávila, con la misma emoción que cada año, llegó a la Plaza Grande junto a su familia para disfrutar de los eventos de la noche mexicana. Su respuesta es más sencilla, pero igual de contundente: “Porque somos mexicanos y nos gusta la fiesta”.
A las 11 de la noche, el gobernador Joaquín Díaz Mena salió al balcón del Palacio de Gobierno acompañado de su familia para dar el grito. La ceremonia concluyó con un espectáculo de fuegos artificiales que iluminó el cielo y arrancó aplausos. Sin embargo, entre la música, la verbena y el júbilo colectivo, no hubo un minuto de silencio ni palabras de condolencia por el accidente ocurrido dos días antes en la carretera Mérida-Campeche.
La fiesta siguió, pero la omisión quedó marcada: entre el estruendo de los cohetes y las voces de “¡Viva México!”, el recuerdo de las víctimas brilló por su ausencia.
A las 11 de la noche, el gobernador Joaquín Díaz Mena salió al balcón del Palacio de Gobierno acompañado de su familia para dar el grito. La ceremonia concluyó con un espectáculo de fuegos artificiales que iluminó el cielo y arrancó aplausos.
Pero entre la música, la verbena y el júbilo colectivo, no hubo un minuto de silencio ni palabras de condolencia por el accidente ocurrido dos días antes en la carretera Mérida-Campeche. La ausencia pesó: mientras arriba estallaban los cohetes, abajo algunos
recordaban que también hay heridas abiertas que el país no se atreve a nombrar.
La fiesta siguió, sí. Pero en el eco del “¡Viva México!” quedó también la otra pregunta: ¿qué nos falta para celebrar no solo con orgullo, sino también con dignidad?