Por: Fabio Fuentes
Jueves 31 de octubre de 2024. Laura trabaja en una universidad del norte de Yucatán de alta plusvalía y orientación católica. A pesar de ocupar un puesto administrativo en esta institución, Laura es fiel devota de la Santa Muerte, a quien rinde culto el primer sábado de cada mes. Ella atribuye a «La Muerte Amanda» —una figura de siete colores, sentada en un trono y coronada— el milagro de salvar a su hija de una afección cardíaca congénita.
Laura está convencida de que fue el espíritu de la muerte quien le concedió este favor. No le preocupa que la institución en la que trabaja tenga una orientación católica ni las amenazas de perder su empleo si se descubre su fe, pues cree firmemente que su devoción es legítima y correcta. Para ella, el culto a la Santa Muerte ha trascendido su origen en los sectores marginales o en la criminalidad, convirtiéndose en una creencia ampliamente aceptada.
Laura forma parte de los más de 5,000 creyentes de la Santa Muerte en Mérida, divididos en congregaciones que se reúnen en altares como los de Xoclán y La Guadalupana. Sin embargo, el culto a la Santa Muerte es universal y ha dejado de ser una práctica clandestina, encontrándose en casos como el de Juan Domingo. Este hombre fue procesado y condenado a siete años de prisión tras robar un celular en una tienda en Umán. Sin embargo, debido a que la tienda cerró y no hubo un representante legal que ratificara el proceso en su contra, el caso fue sobreseído y Juan Domingo recuperó su libertad en menos de un año.
Él atribuye su libertad a la Santa Muerte, a quien prometió devoción a cambio de salir de prisión. Ahora, cada 31 de mes, Juan Domingo y sus allegados se reúnen frente al cementerio de Xoclán con gritos de enjundia y cervezas en mano para celebrar y agradecerle a la «Flaca» previo la peregrinación de esqueletos que son paseados en carrozas tiradas por caballos a lo largo de la avenida Juan Pablo II cada noche del 31 de octubre en punto de las 11 P.M.
También está el caso de Christopher, un guatemalteco que, junto a su familia, acude cada año a la procesión en Mérida. Christopher había perdido su casa ante un grupo de criminales “Kaibiles” que lo amenazaron con despojarlo de su propiedad. En un momento de desesperación, conoció a una caravana de mexicanos devotos de la Santa Muerte. Siguiendo sus consejos, pidió ayuda a la «Niña Blanca», renunciando a otras creencias. Poco después, fue informado de que la banda que lo había intimidado había sido detenida, lo cual él considera un favor de la Santa Muerte. Desde entonces, cada año realiza un largo viaje desde Guatemala hasta Yucatán para agradecer, afirmando que los favores de la Santa Muerte justifican cualquier sacrificio económico.
Para estas personas, la Santa Muerte representa una fuerza de protección y justicia, trascendiendo fronteras y convenciones religiosas.
Cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) sugieren que en México podría haber hasta 5 millones de devotos de la Santa Muerte, un culto que carece de un canon formal o de reglas establecidas. La figura de la «Niña Blanca» o la «Santa Muerte» contemporánea es relativamente reciente en términos históricos, con registros formales desde 1968 y una consolidación en 1991, cuando se instalaron los primeros altares públicos en las alcaldías Gustavo A. Madero y Cuauhtémoc de la Ciudad de México.
La representación de la muerte con guadaña y túnica, que caracteriza a la Santa Muerte moderna, tiene raíces en los primeros tarot egipcios y se popularizó en Europa durante la peste negra del siglo XIV. La imagen de la guadaña simbolizaba la segadora de vidas en esa pandemia devastadora. Al llegar a México con los colonizadores europeos, esta figura de la muerte se fusionó con las creencias prehispánicas, formando un sincretismo que caracteriza la devoción actual.
En Mérida, el culto a la Santa Muerte se estableció entre 2004 y 2010, traído por migrantes de la Ciudad de México que ya practicaban esta devoción. En Yucatán, la veneración ha tomado dos vertientes: una espiritual, en la que la Santa Muerte es vista como una figura que conecta con lo divino y ofrece protección celestial; y otra más pragmática, en la que se le busca como protectora en actividades al margen de la ley.
Expansión y Diversidad del Culto
A pesar de no contar con un estándar formal de oraciones ni rituales, el culto a la Santa Muerte sigue expandiéndose rápidamente. Las tiendas esotéricas ofrecen diferentes letanías, mientras que los devotos construyen altares y realizan ofrendas según sus propias interpretaciones de la fe. La ambigüedad sobre si la Santa Muerte está ligada al bien o al mal, o a Dios o al diablo, refleja la naturaleza flexible y en evolución de este culto, que se adapta a las creencias y necesidades de sus seguidores tanto en México como en otros países.
Diversidad Regional en Yucatán
En la zona del cementerio de Xoclán, la devoción hacia la Santa Muerte es vista como una extensión celestial, requiriendo devoción, sacrificios y entrega total, en una relación casi divina. En contraste, en lugares como La Guadalupana, la veneración se asemeja más a la del barrio de Tepito en la Ciudad de México, donde se asocia con el submundo y se le piden favores de protección para actividades al margen de la legalidad. Así, el culto a la Santa Muerte en Yucatán y en México es multifacético, con significados y prácticas que varían según el contexto y las creencias de cada devoto.