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A Diego, el abogado que acompañó la lucha de mujeres contra la violencia de género.

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¿Cómo puedo cambiar mi vida para disfrutarla y gozar de todos los regalos de la vida? Cuando los tenemos no los usamos, y cuando nos los quitan nos damos cuenta que es lo más valioso que existen, vive tu vida bien, disfruta la vida, planifica cómo vas a disfrutar la vida. Por eso, hazte consciente de tus poderes, tus capacidades, de tus habilidades, la enfermedad llega y arrasa con todo.

Diego Emilio Leyva Peralta

Por tus amig@s de lucha.

Un mes de noviembre te vio nacer; y un mes de noviembre te vio partir. No tuvimos la fortuna de conocerlo de niño, pero lo más seguro es que nunca pasó desapercibido durante su proceso educativo hasta terminar su brillante formación de carrera de abogado. No podría ser de otra forma porque en su persona anidaban valores, cualidades y virtudes que solamente pueden ser característicos de una persona destacada y que decidió marcar su rumbo y su historia.

El destino nos acercó a nuestro querido Diego, recordándolo muy bien en aquella batalla legal por la aprobación del matrimonio igualitario. Recordamos bien, que en ese entonces supimos de la ausencia dolorosa de su madre, víctima de cáncer. Una mujer a quien Diego miró y admiró como su gran amor y como uno de sus alicientes más fuertes en la vida.

Cómo no recordar, que poco tiempo después de su viaje a México, debido a las amenazas de muerte por el trabajo que realizaba, seguíamos sosteniendo con él una amistad desde donde nos enterábamos de sus logros, alegrías, tristezas, enfermedades, nostalgias e incluso de su soledad, pero siempre saliendo avante con ese gran carácter y buen humor que lo caracterizaba, pronto se hizo de amigas y amigos que hicieron más llevadero ese exilio. Amigas y amigos que, como nosotras, nosotres y nosotros hoy, lo recordamos y lo tenemos en un lugar muy especial en nuestros corazones.

Recordamos que, en cierto momento, hastiado de la corrupción en donde le toco laborar, renunció y al poco tiempo se empleó de asesor en el poder legislativo federal, con esa gran capacidad, inteligencia, ingenio e iniciativa, seguramente su desempeño fue encomiable. Pero también, recordamos que Diego era un hombre de valores y convicciones y también en este lugar su estancia laboral fue muy breve, puesto que su sensibilidad y congruencia lo llevaron a renunciar una vez más y a entrar de lleno a la sociedad civil organizada.

Esa sociedad civil que a quienes nos encontramos hoy aquí presentes, en su gran mayoría, nos ha invadido y nos ha impulsado a atrincherarnos combativamente y a generar incidencia social, e incluso presión social, ante la ineficacia de la atención y resolución de los problemas públicos. Pues sí, a Diego le llegó también esa energía y supo canalizarla.

Posteriormente, determinado de su activismo por los derechos humanos de las Mujeres y Niñas, decide apoyar a O.C.N.F. llevando legalmente diversos casos de niñas y mujeres víctimas de violencias, llegando a constituirse de forma inercial, sin presión ni solicitud alguna de su parte como ¨el Abogado general y oficial del Frente por los Derechos de las Mujeres en Yucatán”. Un cargo honorario que sin lugar a dudas Diego supo preservar, procurar y sentirse pleno y orgulloso de saberse que se encontraba el lugar correcto y con la causa correcta. Siempre se manifestó así, orgulloso de promover la justicia para las mujeres y niñas que viven violencia, orgulloso de sentirse útil desde la aportación de sus capacidades humanas, y orgulloso de ser compañero de mujeres tan reconocidas, tan luchadoras y prestigiadas que impulsan día con día la lucha por la defensa de los derechos humanos de las mujeres y niñas en Yucatán. Para Diego, el Frente por los Derechos de las Mujeres en Yucatán, sus integrantes propiamente, fueron más que sus compañeras de causa, fueron sus luces y motivaciones cuando muchas veces intentaba recordar y confirmar si su vida había sido lo suficientemente útil y de gran valor.

Diego nos acompañó en muchos procesos legales, ganados casi todos, y cuando no; la insistencia de llegar a instancia jurídicas más lejanas no era negociable para él, siempre ya se encontraba determinado en recurrir a la suprema corte de justicia, a la Corte Interamericana, incluso a ir a buscar a esa mujer que corría peligro para no ser víctima de un feminicidio, o viajar a las comunidades para apoyar a mujeres en situación de cárcel.

Siempre fue para Diego un honor y un privilegio poder servir. Porque para Diego, el servir y contribuir con la vida de las personas más desventajadas era una premisa de vida, era una profunda convicción, era lo que lo caracteriza de mente y espíritu: su enorme capacidad de servicio legítimo y honesto.

Entre muchas calificativos que podrían definir a Diego, uno de ellos seria ser “el abogado de los amparos“, el abogado que salvo vidas, el abogado que como pocos tenía la capacidad de indignarse y en ese mismo momento armar y presentar un amparo o algún recurso legal, pero siempre en pro de la lucha por la justicia y los derechos humanos, Y es que el ingenioso y creativo Diego, ya estaba haciendo maletas para una siguiente misión muy importante en una institución pública federal para acompañar a las víctimas, ahí hoy tendría que estar acompañando a otra gran amiga, aliada y abogada, mas sin embargo la muerte de su padre por el COVID al inicio de la pandemia, detonó muchas circunstancia en su vida, que no le permitieron poder abordar esa misión, y consecuentemente de manera pronta la enfermedad se hizo presente en su cuerpo.

Para la última etapa de vida de nuestro querido Diego, nos deja muchos mensajes útiles y sustantivos. Diego no era médico ni estudió algo relacionado a la salud, pero conocía ampliamente su enfermedad, su impacto físico presente y futuro, inclusive el impacto en sus emociones, y con base a ello y a su profunda convicción de amar dignamente la vida,
entendió que todo tiene un tiempo y un espacio, y que transcender no es más que entender y comprender que el día que dejemos de existir, el recuerdo y el legado que dejemos será proporcional al tipo de vida que hallamos llevado, por eso Diego, aún desde su cama en el hospital con la leucemia avanzando, entendió que aun así, podía seguir construyendo su vida que derivaría en ese enorme legado de amor que hoy nos ha convocado para poderle develar una placa en su memoria, como retribución mínima a lo cuán útil fue su vida, pero también su muerte.

Y con esto cito sus palabras textuales: A este cáncer le digo desde el corazón; estoy feliz de tenerte, porque sé que te irás y me dejarás todos estos regalos de amor, paz, seguridad, amistad, familia y comunidad.

Para Diego, la muerte no era mística, no era un proceso final de su enfermedad, la muerta tendría que ser vista como digna y significaría transcender y colocarle la joya a una corona de vida de trabajo, de esfuerzo, de humildad, de servicio, de entrega, y de lucha desde sus valores, convicciones y virtudes. Querido Diego, donde quiera que estés, te decimos hoy y aquí: lo lograste.

El abogado de la sonrisa flamante, el abogado hombre que sin miramientos podía ser catalogado como imprescindible, nos deja el recuerdo de su generoso trabajo, de su alegría, esa alegría que perduraba en él hasta en los momentos más difíciles y que nunca perdía su gran sentido del humor.

Hoy y aquí, lo recordamos con este sencillo y cariñoso homenaje que es tan solo devolverle un poco de todo lo que siempre nos dio, y seguramente está aquí y seguirá estando, entre nosotras, entre las personas que tengan la capacidad de indignarse ante una injusticia. A casi un año de tu ausencia amigo querido, duele y nos da nostalgia, pero tu legado nos ayuda mucho a aliviar ese dolor y nos mueve a continuar con tus luchas, porque de eso trató siempre la historia de tu vida, de una lucha constante por dar lo mejor de sí, y por ser mejor cada día como ser humano y como persona.

Diego tenía una duda en vida, en cierta ocasión subió a las redes sociales una foto de sus padres, y escribió: ¿Me reconocerán cuando vaya al cielo?

Amigo nuestro, no sólo te reconocieron, sino también estuvieron enormemente orgullos y agradecidos con Dios y con la vida de haberte tenido como hijo, así como nosotras y nosotros estamos profundamente orgullosos de haber coincidido contigo en tus años de vida, y más aún en tus años de legado.

Hasta el cielo, nuestro abrazo amoroso.